Toda ciudad es una masificación extrema de personas, pero también puede ser un lugar lleno de soledad, en la ciudad la gente camina en su mundo, viven sin prestarle atención a lo que le rodea, en la gente no existe empatía, solo individualidades que viven en una selva de cemento.
En una ciudad típica como las que habitan las personas normales vive el ermitaño, el ermitaño camina solo, recorre la ciudad sin un lugar a donde ir, realmente a el no le importa llegar a un lugar en especifico, no tiene noción de las personas que lo rodea, solo las esquiva, solo las evita, el ermitaño camina sin rumbo... y su vida es el reflejo de un pasado digno de olvidar, con tristezas, con agonías de amor, con sentimientos rotos por el abandono... y es así como va el ermitaño, tratando de vivir su vida de la única forma en la que sabe vivir, buscando una razón para existir, buscando una luz en la obscuridad de su vida, buscando un alma que cure sus heridas, buscando una felicidad que parece imposible.
El ermitaño caminaba por el centro de la ciudad en una noche fría, la niebla tapaba la visión de los caminos, solo se percibía el aroma del pan de las panaderías en la madrugada, las luces estaban tenues; el ermitaño en su soledad recorría las calles céntricas, estaba con la mirada perdida, no podía percibir una realidad mayor que la confusión que generaban la niebla y las luces, todo parecía psicodelico. En un momento en medio de la conmoción de los estímulos el ermitaño decide alejarse de las calles mas iluminadas, se mete en un pequeño callejón, al final del callejón parecía no haber salida, pero una pequeña abertura había en el final del callejón al borde de la pared que estaba al final del callejón; al entrar por el pasaje salio a un callejón similar, este callejón estaba mas obscuro, recorrió el callejón y al llegar al final salio a un vecindario nuevo, el ermitaño estaba asombrado de dos cosas, una el paredón de madera que dividía la callejuela en dos y la otra el contraste entre un lado del paredón y del otro, de un lado una zona comercial y céntrica, del otro una zona residencial sin mucho brillo ni luces, el ermitaño decidió recorrer el vecindario, empezó a recorrer la calle principal, era una calle con bulevar, recorrió cada uno de los segmentos del bulevar y le llamo la atención lo pintoresco del lugar, la luz del vecindario era tenue y relajante, al final del bulevar había un banco, se fue hacia allí, se sentó y se quedo mirando el lugar.
Pasaron las horas y la noche se puso agradable a pesar del frio, se quedo mirando al cielo, después de un instante perdió la noción del tiempo y de repente en su momento de mayor tranquilidad siente un sonido... se había sentado alguien a su lado, al principio no fue algo a lo que le quisiese dar importancia, tan solo después de un instante decide mirar a la persona que estaba a su lado... era una mujer, vestida elegantemente miraba hacia arriba y contemplaba el cielo... el ermitaño no paro de mirarla, en un instante la mujer dejo de mirar al cielo, lo mira al ermitaño y le dice con vos suave: "aunque parezca que estamos en soledad nos miran desde arriba millones, no estamos solos, la soledad es un estado que creamos nosotros, a veces es necesario para reflexionar, pero otras veces es algo que no resulta positivo por que es una forma de abandonarnos." la mujer se levanto y se fue, el ermitaño siguió allí... y aunque parecía seguir con su vida de siempre ya no era el mismo, su cabeza reflexionaba de una manera en que nunca hubiese imaginado, fue ese día en el que el ermitaño empezó a cambiar, así empezó a ver las cosas de otra manera, con gran reflexión, con sabiduría, con conocimiento.